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El tránsito hacia el desarrollo tiende a empeorar las cosas. Grandes oportunidades para los pocos que tienen capital o educación y muy pocas para los demás. Brechas crecientes entre el campo y la ciudad. Trabajadores que gozan de protección social y buenos salarios, cuando la mayoría sigue en la informalidad. Todo suena tan conocido para un país como el nuestro. Pero los pueblos aparentemente condenados a la desigualdad tienen una oportunidad sobre la tierra. No es la revolución marxista ni el populismo, por supuesto, sino el período de oportunidad demográfica en el que ahora está Colombia. En los próximos diez años es posible remover los canales de reproducción de la desigualdad porque el aumento transitorio de la proporción de la población en edades productivas puede permitir aumentar la educación, las fuentes de empleo y los ahorros que se requieren para financiar ambas cosas. El problema consiste en escoger las políticas adecuadas para aprovechar esa oportunidad. ¿Quiere saber más?
La educación reproduce, en lugar de corregir las desigualdades. No se trata de una confabulación de los ricos con el gobierno para explotar a los pobres. En América Latina, el gasto público en educación primaria no es bajo y la cobertura inicial de la educación es tan alta como en los países del sudeste asiático. Pero las familias de escasos recursos encuentran poco atractivo mantener a sus hijos en la escuela. A menos que puedan costearles una carrera universitaria, el esfuerzo no vale la pena. Y cuanto más pobres son las familias, más hijos tienen y menos factible es que puedan hacer el esfuerzo. De esta manera, la familia constituye el canal de transmisión de la desigualdad. En un nivel más profundo, las raíces de la desigualdad deben buscarse en los factores que afectan la productividad de quienes tienen menos educación. El pecado original a menudo está en la geografía. En el trópico, la productividad es menor debido a las condiciones de salud, a la calidad de las tierras y a la concentración de su propiedad por razones históricas y tecnológicas.
500 millones de personas. En contrario, la desigualdad entre diferentes países ha ido disminuyendo, debido al rápido crecimiento de muchos países en desarrollo como China o Bangladesh, que intentan alcanzar los países desarrollados en términos de riqueza.
8- Desigualdad de género. Las desigualdades actuales entre hombres y mujeres son el resultado de políticas, prácticas y creencias injustas. Muchas de las injusticias descritas en los puntos anteriores afectan mucho más a las mujeres que a los hombres, por ejemplo, en cuestiones de acceso a tierra o capital, o en forma de exclusión de la vida pública. Necesitamos políticas que promuevan la justicia de género. No sólo para el beneficio de las mujeres, sino de toda la sociedad. 9- Impunidad y control del sistema judicial. La ley se debe aplicar a todos por igual. Nadie debería disfrutar de impunidad por delitos cometidos, sea la violencia organizada, el robo de dinero público o la colusión entre intereses políticos y económicos. En países donde la impunidad de los más poderosos es evidente, los ciudadanos tenemos la obligación de luchar para proteger uno de los pilares básicos de la democracia. 10- Conflicto. En ocasiones, la violencia y el conflicto no sólo producen pobreza, sino que son un mecanismo para reforzar y perpetuar el poder de determinados grupos de población sobre otros, o una vía para consolidar el acceso privilegiado de unos cuantos a dinero público o recursos naturales, en su país o fuera del mismo.